viernes, 25 de septiembre de 2009

Historia de las adicciones en la España Contemporánea. II parte, Tabaco

El año 1881, se publicó en la librería Española de Garnier Hermanos en París, un opúsculo denominado El arte de fumar, tabacología universal, de García Ramón (miembro honorario de la academia Universal del humo).

En el librito se afirmaba que el tabaco solo causaba daño si se abusaba de él o si existía una predisposición individual incontestable, aunque apuntaba una acción nociva durante la primera infancia y juventud. “De los diez a los quince años, debe el hombre abstenerse de tabaco…”.

El siglo XIX estuvo caracterizado por un incremento del consumo de tabaco paralelo al crecimiento de la población y de la renta. La difusión del tabaco se hizo palpable en las zonas rurales, así como el incipiente proceso de la urbe. La industria tradicional, sumamente inmovilista al depender del monopolio estatal, que estaba más preocupado por la caída de la recaudación fiscal que por adecuarse a los mecanismos del mercado, provocó el aumento de los costes de producción al sustituir la mano de obra por las máquinas.

A finales del s. XIX y principios del s. XX, el cigarrillo ganó la batalla al puro y al tabaco de pipa, aunque en esa época todavía se creía en las propiedades terapéuticas del tabaco.

En 1904 empezó la fabricación en cajetillas elegantes de 18 cigarrillos, en 1933 apareció la marca “Ideales” y en 1934 “Bisonte”.

En 1929 se publicó la primera evidencia científica que relacionaba cáncer y tabaco y en 1939 se presentó el primer estudio epidemiológico mundial que corroboraba esta correlación.

En 1940 se construyeron centros de fermentación que estaban reglamentados y controlados por el Servicio Nacional de Cultivo y Fermentación de Tabaco. Todo esto contribuyó a una mayor rapidez en la producción que duró desde el final de la posguerra hasta el final de la dictadura. Pero la creciente demanda exigió acudir a mercados extranjeros para dotar a nuestra industria de más calidad y nuevos tipos.

Fueron las décadas de los sesenta y setenta las que dieron el empujón final a la industria española.

Por último hay que destacar que a diferencia del alcohol, el consumo de tabaco nunca se vio en estas fechas como una amenaza para la salud por lo que en ningún momento se planteó generar medidas ni preventivas ni disuasorias del consumo, ni mucho menos asistenciales.

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